Por Alex Gómez
Oct 14, 2022
Aquí no encontrarás arquitectura colonial, no hubo gloria en el pasado novohispano, sin embargo, en medio de injusticias y tristeza, con el esfuerzo de miles de trabajadores honestos, un Pueblo Mágico surgió lleno de calles y fachadas que son en verdad hermosas.
El Oro se ubica aproximadamente a hora y media de Toluca, antiguo poblado minero que tuvo su período de gloria durante los inicios del siglo XX donde la gente es muy amable y apacible y guarda, al igual que su localidad una armonía natural con el paisaje y el ritmo de vida tan relajado.
Las actividades empiezan tarde y terminan temprano, el clima es húmedo y frío por sus alrededores llenos de bosques; la bruma en la mañana baja de las laderas, el vaho asciende con el sol y juraría que hay fantasmas que transitan sus caminitos por la noche. Cada calle y horizonte es una bella estampa; la melancolía se percibe en cada esquina.
La primera visita del día fue al Teatro Juárez cuyo interior evoca los viejos recintos artísticos de la época porfirista: butacas antiguas, detalles dorados en las paredes; hay un profundo sentimiento de solemnidad, que sin duda vas a distinguir. Siempre he considerado que el teatro es el punto de reunión para ricos y paupérrimos, igualdad pura pues cualquiera puede percibir y disfrutar el arte con solo desearlo y sin duda el interior de este recinto isabelino en verdad es emotivo.
A un par de cuadras, se ubica el Palacio Municipal con sus dos torreones que lo hacen tan típico y reconocido. Al entrar te recibe un mural llamado “El génesis minero”, y desde aquí empiezas a vislumbrar que es lo que le da ese aire taciturno a la comunidad; el minero explotado, el empresario insensible, no lo muestro aquí porque mi poca pericia en la cámara no le haría justicia, mejor guarda la expectativa para cuando vayas.
El pueblo es ciertamente pequeño, todos los puntos turísticos pueden ser recorridos de a pie sin problemas. Cerca del Palacio se encuentra el apacible Jardín Madero, y a unos pasos más llegas a la Plazoleta del Vagón ubicada enfrente de la antigua Estación del Ferrocarril, decepcionante es, que aun cuando se ostenta como museo, la estación apenas tiene una escasa muestra de fotografías y unas cuantas piezas antiguas de trenes como lámparas, boletos o sellos, nada especial desde mi particular y tal vez poca experimentada opinión. El vagón frente a la estación en cambio, es un restaurante, muy original.
El Museo de Minería es un punto importante en la visita, Don Gustavo, el guía, nos detalló las fotos, artículos y planos que ahí se exhiben.
Con un palo de escoba a manera de bastón y un caminar pausado y mirada triste, Gustavo en verdad es un personaje interesante, nos contó como su abuelo murió a los 42 años debido a su trabajo en la mina, de hecho, nos comentó que todos los mineros suelen morir jóvenes, ya sea por enfermedades causadas por las condiciones de trabajo dentro de las minas o por accidentes. Continuó la charla explicando que en El Oro nadie quería vivir al principio, por eso no es colonial, pero el aumento en el personal de las minas incrementó la demanda de servicios cercanos, sobre todo cantinas, en un momento hizo una pausa y mostrando una foto nos dijo: -en esta hay un minero muy jovencito muerto por un derrumbe, el papá está a un lado recibiendo cinco pesos, eso era lo que valía la vida de un minero, cinco pesos, se los entregaban a los parientes para los gastos del entierro y no podían reclamar nada más-.
Nuestra visita culminó en el Tiro Norte, una estructura alta de madera que sostenía las poleas para bajar a las minas que podían llegar hasta los 400 metros de profundidad. Es un lugar muy bien cuidado por las autoridades locales, muy bien pintado, con jardines podados y un pequeño espacio con gradas diseñado para funciones artísticas al aire libre.
Cerca de El Oro se encuentran las presas Brockman y Victoria, un verdadero paraíso lleno de bosques, caminos empedrados y hoteles económicos. Una pequeña habitación con chimenea fue la solución ideal para el gélido clima y la neblina que empezaba a bajar de la montaña cerca de las 8 de la noche y para pasar el tiempo, elevamos un globo de cantoya con ayuda de los gentiles vecinos de la habitación contigua.
Darle la vuelta a la presa Brockman te llevará dos horas. Aguardamos hasta la mañana del día siguiente para hacer este recorrido. Cada cabaña, árbol y garza posada sobre un tronco eran una postal especial, no puedes perderte la oportunidad de caminar por estos parajes y dejar que las preocupaciones se alejen.
En efecto, El Oro produce un sentimiento de que los buenos tiempos quedaron atrás, o bien que gracias al sacrifico de otros, ahora vivimos en un mundo más justo, cualquiera que sea el caso es una oportunidad de encontrar calma y buscar nuevos caminos en la vida.
No pierdas tiempo para viajar… recuerda que el mundo no basta.
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