Por Luis Castillo
Oct 31, 2023
La noche era oscura y lúgubre, con la única compañía de la carretera interminable que se extendía frente a mí. En ese entonces, conducía la Unidad 67, llevando a cabo mi rutina diaria como conductor, recibí el llamado de un servicio a Veracruz.
Todo parecía en orden, circulaba a una velocidad constante de 90 a 100 kilómetros por hora por el carril de alta. La carretera parecía interminable, y a la altura de San Martin Texmelucan, una curva se acercaba ominosamente. Sin previo aviso, el motor de la camioneta comenzó a titubear, como si se hubiera quedado sin diésel. Con un nudo en el estómago, activé mi direccional y comencé a reducir la velocidad, moviéndome hacia el carril de baja para detenerme.
Mientras intentaba entender la misteriosa falla, pareciera que escuchaba rechinidos en las llantas que se hicieron cada vez más fuertes, y mi corazón latía con un presentimiento inquietante. Me detuve, bajé de la unidad y me dispuse a revisar qué era lo que había detonado los diferentes ruidos, para mi sorpresa, todo estaba en orden, sin embargo llamé a Monitoreo para que consideraran una unidad de rescate por si fuera necesario y así no entorpecer el viaje. Me encontraba unos metros antes de la curva, cuando de pronto, se produjo un estruendo ensordecedor: un accidente que involucró a varios vehículos que venían detrás de mí. La colisión en cadena se desató, creando un caos de metal retorcido y desesperación en la oscuridad de la noche.
En ese momento, una sensación gélida recorrió mi espalda, y decidí subir a la unidad, miré por el retrovisor de la camioneta. Lo que vi me dejó sin aliento. En el asiento trasero, junto a mi, se erguía un bulto grande, misterioso, vestido en negro y con una presencia sobrenatural. No podía apartar la mirada de aquella figura que parecía fundirse con la oscuridad.
No era la primera vez que me encontraba con la Santísima Muerte. En múltiples ocasiones, había sentido su influencia en mi vida, como una protectora silenciosa de los caminos peligrosos que transitaba. Ahora, en medio del caos y la confusión de aquel accidente, su presencia era aún más inquietante. ¿Qué mensaje traía esta vez? ¿Por qué se encontraba a mi lado en ese momento de caos y desastre?
La incertidumbre llenaba el aire mientras los servicios de emergencia se aproximaban al lugar del accidente. Mi encuentro con la Santísima Muerte dejó una pregunta sin respuesta: ¿Qué camino misterioso y peligroso me depararía el futuro, con ella como guardiana silenciosa de mis días y noches en la carretera? Estoy seguro que ella es quien cuida y vigila mis caminos.
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