Relatos de ultratumba-una sombra tenebrosa

Hola, mi nombre es Roberto Jesús, operador en Trösten. La anécdota que voy a contarles ocurrió con la unidad 18, y aunque nunca fui de asustarme con facilidad, lo que viví esa noche me dejó marcado.

Era un día común de trabajo. Me habían solicitado un servicio de transporte para un evento, fue en una zona boscosa, alejada de la ciudad, en lo que parecía ser una boda o un bautizo, ya no recuerdo, exactamente. Como no había lugar para estacionarme, me enviaron a un terreno baldío a esperar hasta que terminara la fiesta. Todo parecía normal. El lugar estaba solo, silencioso. Aproveché para descansar un poco.

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Hacía frío, un frío extraño, de esos que hacen que enfrían el rostros y hacen que salga vapor de la boca al exhalar.

A las ocho de la noche, los usuarios llegaron para sacar unos regalos que habían guardado en la camioneta. Mientras me invitaban a comer, ya que, como mencioné, no había nada en la zona. Me comentaron lo raro que era que la temperatura bajara tanto; decían que la zona solía ser más cálida. El aire helado se sentía denso, se colaba entre la ropa y calaba los huesos. No le di mucha importancia, pero algo en el ambiente ya me hacía sentir incómodo.

Pasaron las horas y cerca de las 11 o 12 de la noche, salí para ir al baño y hacer una revisión de rutina: luces, niveles de motor, todo lo que hacemos para asegurarnos de que la unidad esté en buen estado. El terreno donde estaba no tenía mucha iluminación, pero las luces de la camioneta alumbraban lo suficiente. Mientras revisaba todo, me detuve un momento. La unidad, con las luces encendidas, tenía algo... una atmósfera extraña. Se veía bonita, y decidí tomarle una foto. Fue entonces cuando lo vi.

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En la primera foto, algo llamó mi atención: una sombra, un rostro, justo detrás del asiento del conductor. Un escalofrío me recorrió la espalda. Miré hacia la unidad, pero a simple vista no se veía nada. Tomé otra foto, y ahí seguía la silueta, observándome.

Un miedo profundo me invadió. No podía entender qué estaba pasando. Temblando, me armé de valor y subí a revisar la camioneta. Estaba completamente vacía. El silencio era pesado, como si algo o alguien estuviera esperando... pero no había nadie. O eso quería creer.

Un rato después, los usuarios regresaron, listos para irse. Debieron notar mi expresión, porque me preguntaron si estaba bien. Les dije que todo estaba en orden, aunque mi mente seguía dándole vueltas a lo que acababa de presenciar. Terminé el servicio, pero no podía quitarme esa imagen de la cabeza.

Llegué a casa cuando ya clareaba, serían como las seis o siete de la mañana. Aún inquieto, decidí tomar otra foto, solo para confirmar que no había visto mal. Pero esta vez, la silueta no apareció. Sentí un alivio momentáneo, aunque seguía desconcertado. Traté de ignorarlo y seguir con mi vida.

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Los días pasaron, y creí que todo había quedado atrás, hasta que, una mañana, recibí una llamada de un excompañero. Me preguntó si estaba bien, porque, según me dijo, mi GPS indicaba que la unidad se había movido a otra zona y había activado el botón de pánico. Le respondí que estaba en casa, que todo estaba bien. Salí a revisar la camioneta, y sí, ahí estaba, estacionada frente a mi casa, donde la había dejado.

Hicimos una videollamada para mostrarle que todo estaba en orden. Fue entonces cuando, al colgar, noté algo que me dejó helado: la camioneta comenzó a moverse sola. Mi corazón latía desbocado. Subí rápidamente para asegurarme de que no hubiera nadie, pero estaba vacía. Cerré la puerta, y nuevamente, la unidad empezó a moverse.

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Eso fue demasiado. Ya no lo pude soportar. Un domingo que tenía libre, sin ningún servicio programado, llevé la camioneta a que la bendijeran. He trabajado años en la carretera, he escuchado y visto cosas extrañas, pero lo que pasó con la unidad 18 fue diferente. Ese rostro, esa sombra... todavía no logro sacármelo de la cabeza.

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