Por Juan Pablo Robles
Ago 03, 2023
Fue en un diciembre de aproximadamente, 3 años, a la víspera de la entrega de los regalos navideños de nuestros colaboradores, el equipo de Recursos Humanos y yo nos sumergimos en la misión de preparar El kit navideño. Fue una noche de viernes, trabajando como ayudantes de Santa Clos, hasta altas horas de la madrugada, ya que al día siguiente era sábado y debíamos estar listos para llevar el kit a los hogares de nuestros compañeros.
Al amanecer, nos dividimos en rutas para llevar la magia navideña a cada hogar. Cada uno de nosotros, acompañado de un operador, nos dispusimos a hacer la distribución de los paquetes, que incluían una despensa completa, un vale por un pavo, deliciosos chocolates personalizados para cada miembro de la familia del colaborador y otros detalles.
A mí me tocó la zona Norte de Toluca, donde junto al operador, partimos en una camioneta Trösten cargada como trineo de Santa. Con una lista detallada de domicilios por visitar, emprendimos el camino, y el último de ellos era el de un compañero que vive cerca de Temoaya.
Llamé al compañero Hilario para confirmar si estaba en su hogar y recibir su paquete navideño. Pero, para nuestra sorpresa, él no se encontraba, ya que estaba atendiendo un servicio. Sin embargo, nos informó que su esposa estaba en casa y estaría encantada de recibir la despensa.
Nos pusimos manos a la obra y nos aventuramos a buscar la calle entre terracería y sin números visibles. Después de un tiempo buscando entre diferentes calles, vimos a una señora caminando y le pregunté por la ventana: "Oiga, ¿conoce a Hilario Hernández?".
"¡Sí, claro! ¡Es mi esposo!", respondió la señora con una sonrisa. Parecía que habíamos encontrado el lugar correcto, así que con entusiasmo le expliqué: "Venimos de Trösten Transport, la empresa donde trabaja su esposo, para entregarle el paquete navideño".
La señora nos contó que vivían a unos metros de donde estábamos, y como estaba esperando a su nieto, podría recibir la despensa sin problema alguno. Nos pareció una excelente idea, así que me bajé de la camioneta, entregué el paquete y ella firmó de recibido. Traté de comunicarme con el operador Hilario para informarle de la entrega, pero la señal telefónica no nos favoreció.
Finalmente, salimos de esa zona y al llegar al Boulevard Aeropuerto, recibimos una llamada de Hilario. Con emoción, le informé que habíamos entregado su paquete a su esposa, la Señora Columba. Sin embargo, la situación dio un giro inesperado cuando Hilario nos dijo: "¿Columba? Disculpe licenciado, mi esposa no se llama así".
Después de un largo día buscando domicilios, estábamos cansados y desvelados. Nuestro operador sugirió ceder su despensa a Hilario para evitar otro viaje hacia Temoaya, pensé incluso en reponer económicamente el paquete. La confusión había llegado a su límite, pero no nos dimos por vencidos y regresamos a la calle donde habíamos dejado la despensa, preguntando casa por casa, esta vez, por la señora Columba.
Finalmente, dimos con el hogar de la señora Columba, donde me recibió un niño y al preguntarle por la señora Columba, él respondió: "Sí, es mi abuelita". Fue hasta ese momento en el que recuperé la calma.
Con una disculpa y algo avergonzado por el error, le expliqué la situación a la señorita que salió a recibirnos. Era obvio que nos habíamos equivocado, pero queríamos resolver la situación y recuperar el paquete. No contábamos con que hubiera una persona en la misma colonia, con el mismo nombre de nuestro compañero.
La señorita salió con la caja y nos contó cómo su suegra se había confundido al recibir el paquete, ya que su esposo, el señor Hilario Hernández, sí era su esposo, pero no trabajaba en Trösten Transport. Por tal motivo, no tocaron el paquete hasta que pudieran comunicarse con él.
Finalmente, después de recuperar el Kit, nos dirigimos al domicilio de Hilario Hernández, nuestro compañero, para entregar el paquete a su esposa. Aunque estábamos cansados y desvelados, aprendimos una lección sobre esta confusión.
Así concluyó nuestra emocionante travesía navideña, llena de risas y giros inesperados. No habíamos entregado el paquete al destinatario correcto, pero sí regalamos risas y una historia para recordar.
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