Por Alex Gómez
Sep 23, 2024
Esta crónica no habla de historia y monumentos, pero se desarrolla entre ellos. Hoy no quiero escribir de la magnificencia de Oaxaca y su catedral o de mi querido y dorado Santo Domingo, hoy no vengo a hablar del Tule o Hierve el agua naturalmente imponentes. Hoy quiero desbordar retórica para mostrarte un México donde nada es únicamente lo que se lee…
Venía del centro pasando cerquita de la catedral. Alrededor del quiosco por la noche las estrellas formaban rehiletes de luz rezagos de las fiestas navideñas, motivo suficiente para que oriundos y extranjeros se arremolinen como luciérnagas a disfrutar el anonimato. Todo es ruido y risotadas. Estaba muy cansado pero quería seguir andando, el día fue particularmente largo, caminé 7 kilómetros buscando fachadas derruidas dentro de la ciudad para tomar una buena foto y en transporte por la mañana atravesé 7 municipios pa´llegar a San Bartolo donde una calavera de barro negro brillante y maravillosa me sonrió, se envolvió en un viejo periódico que anunciaba problemas económicos y se metió en mi morral para adornar mi repisa de recuerdos.
Quise llegar a San Martín Tilcajete pero se me atravesaron 5 talleres de alfarería y el tiempo se esfumó. Recordé que la noche anterior en un mercadito me encontré a Don Antonio Fuentes sin su esposa Macedonia y me dijo que su taller (llamado como los dueños) estaba ahí. No podía imaginar lo hermoso que sería conocer ese lugar lleno de colibríes que revolotean al ritmo de los pinceles de Don Antonio. Uno se posó en mi cabeza, me chocó con su pico de madera y no pude dejarlo ir. Decidí que viajara conmigo para alegrar el hogar de Doña Ale.
Ya había visto la más maravillosa fauna que nunca nadie imaginó. Los colores me abrumaban, las siluetas aparecían en mi mente igual que las grecas finamente trazadas recordando las ruinas de Mitla. Pero como en todo buen sueño no quieres despertar y deseas seguir imaginando lo que en la vida no existe. Por eso seguí caminando.
Había telares y polvito rojo para teñir los hilos, nopales hechos de cera y el mezcal por fin se hizo presente. Fueron 6, todos con un gusto distinto. Hay tanta música como nostalgia y seguro fue el destilado de espadín haciendo efecto porque empecé de nuevo a sentir esa conocida sensación de convertirme, otra vez, en parte de un turismo que es esencial pero enrarece las tradiciones y culturas.
Había un niño pequeño, no pasaría de los 6 años sentado a pie de la banqueta, justo afuera de un restaurante que presume de servir comida francesa, tenía un cuaderno y crayones medio rotos. Hacía dibujos simples, como los haría cualquier pequeño de su edad, solo líneas que representan cuerpos y círculos para las caras sonrientes. Los pone a la venta ni bien los termina arrancando la hoja y colocándola en el piso con una piedra para q no se vuelen. Una pareja extranjera se acercó, ella se agachó intentando resaltar su sencillez situación que irónicamente le hizo parecer más jactanciosa, él miraba a un metro de distancia con cierta displicencia. –mirá que bello dibujo, sos un gran artista- le dijo ella, le preguntó su edad, por qué estaba ahí vendiendo y si la otra niña que estaba a unos pasos dibujando era su hermana, como si al terminar la transacción eso en verdad le resultara relevante. Él tomó una foto a la mujer que con toda “humildad” había decidido hablar con el niño, seguro likes garantizados con el hashtag #ViajandoPorElMéxicoReal. Foto tomada, ella se levantó de inmediato y si había duda de que su interés no pudiera ser genuino inició el regateó al precio de la obra; al obtenerla no pudo contener un comentario alusivo a que nadie le creería como había obtenido ese dibujo.
Perdón Oaxaca por venir a visitarte, intentaré ser más respetuoso cada vez.
Algo pasó. De pronto desapareció el ruido transgresor y la calle se tornó muy apacible. Así fue como en medio del bullicio me encontré con un Huizache, arbustito de hojas amarillas y raíces muy profundas; de entre su corteza se asomaba una puertita que vigilaban dos jaguares del tamaño de una casa, uno muy propio, el otro maquillado con flores verdes, azules y rojas. En el tronco tallada de nuevo mi amiga calavera muy festiva esta vez. Volvió a sonreírme y hasta un diente de oro presumió; “bienvenido” parecía susurrar así que acepté la invitación como quien acepta la atención de una vieja amiga.
En medio de aparadores plagados de artesanías de aquella gran comunidad de artesanos fieles a sus raíces y orgullosos de presumirlas estaba la más enigmática presencia que en mi camino encontré. No sabría cómo describirle, no estaba viva tampoco muerta, acaso renacida, resurgida del más indigno destino. No sé quién era, si era el, ella o que especies fusionaban su existencia, ¿Era un lagarto? ¿Fue un conejo? ¿Acaso tal vez un armadillo? Lo observé atento, estuve parado ahí durante años, vi cada detalle y espiral, cada forma, diente y fractura, me veía y me ignoraba a través de sus cuencas vacías. Blanco y descarnado, colorido y activo. De hueso calcinado al sol y madera arrancada de la tierra ¿Cómo algo tan muerto podía estar tan vivo? No logro entender la magia de esta tierra, de sus formas y tonalidades, como un blanco nahual como éste puede ser tan altivo en medio de la mundana y efímera existencia. Según algunas historias los nahuales no son espectros oscuros sino el animal espiritual de una persona, su tótem, ligado a su vida y su muerte. ¿Eso era? Nunca lo volveré a ver ni sabré en qué lugar irá a parar pero esos minutos que se tornaron en siglos en mi mente generaron una indudable y sobria amistad. ¿Fue por un breve instante mi tótem? ¿Soy como aquel, muerto alguna vez y resurgido? O soy simplemente un turista más que durante unos momentos apreció una obra tallada en madera de copal con un cráneo de animal que se transformó en el más hermoso alebrije (y eso es decir mucho) que pude admirar en mi más reciente viaje a la hermosa Oaxaca.
Vi quetzales y a Quetzalcóatl, toros, serpientes y unicornios, dragones y venados con patas de mantis que arrojaban fuego. Pero pese a su indudable hermosura ninguno me ofreció tanta personalidad como mi amigo lagarto cráneo de conejo… el alebrije renacido.
Hay objetos que nos acercan a lo más profundo de nuestras raíces, otras personas simplemente pasarán de largo y está bien. Cuando hablamos de vivir y viajar cada individuo tiene la libertad de observar y maravillarse con lo que más llame su atención. Lo importante en ambos casos… es seguir viajando, seguir conociendo.
El mundo no basta.
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